sábado, 17 de mayo de 2014

Tu cuerpo sabe

"Parir es una aventura privada. No renuncies tan pronto a tu autonomía en nombre de la salud pública; si tu embarazo no muestra patologías, no te dejes impresionar por la parafernalia del «progreso», tan dispuesta a interponerse. Pantallas de ecógrafos, batas blancas, guantes de látex, perfusiones, jeringas...
Me fue dado asistir a varios nacimientos. Es algo difícil de olvidar. La emoción, la intensidad del momento. [...] En medio de los aparatos niquelados, laqueados, cromados , acontece la magia. 
Ocurre casi siempre en el mismo momento, en el momento en que las contracciones son más fuertes, un poco antes de que asome la cabeza del niño, su rostro cubierto de secreciones, como el de una minúscula estatua velada. Entonces brota la magia. Lo llamo magia a falta de una palabra mejor. Una energía sin forma ni color atraviesa el lugar. ¿De dónde viene? ¿Del interior de la mujer que está ahí, pariendo? Energía palpable por un breve instante. Instante brevísimo. Una cosa salvaje, grandiosa, violenta como la vida, como la muerte.
Quienes tienen la piel más dura no le son insensibles. Al decir de las parteras más veteranas que conozco, la rutina nunc aborra por completo esa impresión de extrañeza. No es raro que nos apresuremos a amordazar, a atajar esa fuerza surgida de un cuerpo de mujer; para quien no está íntimamente involucrado, roza lo intolerable. Por otra parte, someter a una mujer encinta es cosa fácil. Sí, ahí está la paradoja. Tanto pderío virtual en esos momentos y, al lado, tantos miedos secretos. Tantas dudas, tantas preguntas sin respuesta. Los cambios que vemos en el cuerpo y esos otros, más profundos, que no se ven. El embrión oculto a la mirada y a la vez presente ya ausente. Nuestra costumbre de guiarnos por la vista y sólo por ella nos sume en el desconcierto, en la inquietud por lo que llaman Misterio de la Vida y qué sucede dentro, en la oscuridad de nuestro cuerpo. 

Entonces es muy fácil someterse, muy fácil ponerse en manos de la autoridad. Muy fácil otorgar superpoderes a quienes se supone que saben mejor que nosotras lo que ocurre en nuestro propio interior. Un médico, un especialista, un ecógrafo, un análisis de sangre, un análisis de orina; cualquier cosa nos inspira más confianza que nosotras mismas. 
Y durante ese tiempo se nos escapa lo esencial... No pudiendo confiar en nuestros sentidos, privadas de nuestros sentidos, pasivas y sometidas, vamos a tumbarnos, a renunciar, a dejar que nos duerman, anestesiadas.
Y sin embargo, cuanto no habrá hecho la naturaleza para transmitir la vida. Ella no vacila en producir millones de espermatozoides dotados de la máxima audacia para propulsarse, y una infatigable sucesión de óvulos. Con prodigiosa fuerza se atracción, arroja a machos y a hembras los unos hacia los otros. Dispone con ingenio el cuerpo de las mujeres para favorecer los preliminares del encuentro. Su esmero llega hasta el punto de sumergir al embrión en un líquido salado que recuerda muy de cerca las aguas del océano primitivo. Para que la vida que surgió otrora en este elemento no se sienta perdida. Después de esto, amén de muchas otras hazañas destinadas a preservar nuestra reproducción, ¿por qué querríamos que en la última etapa ella saboteara la totalidad del proyecto? ¿Por qué querríamos que el cuerpo de los mamíferos humanos no fuera capaz de abrir paso al fruto admirablemente cultivado durante meses? ¿Por qué querríamos que la naturaleza se olvidara justamente de prever la salida?
No es poca cosa sentir en nuestro cuerpo la presencia de un cuerpo extraño. Para habitar este cuerpo de dos hay que tomar conciencia de la profundidad que existe tras la fachada. Para sentirse más estable, menos vulnerable, hay que reunir el ser entero. Para estar disponible a la vida de ese otro minúsculo, hay que estar disponible a las propias sensaciones.
Embarazadas, las mujeres tienen más que nunca ese sexto sentido que les da acceso a su cuerpo. Presienten que necesitan reunirse para, luego, separarse mejor.


[...] El cuerpo de las mujeres está bien formado para abrir paso al feto que él mismo creó y llevó en su interior. Una mujer que entiende precisamente eso, Paule, con sus cuarenta años de oficio de partera, explicó a Marie de qué modo estaba hecho su cuerpo y cómo prepararse. Cómo dar permiso al niño para cruzar la vía estrecha. Permitir el paso, parir a cuerpo dispuesto: he aquí el secreto de Paule.
[...] Si eres presa de la inquietud, si sientes la necesidad -puedo entenderlo- de una palabra tranquilizadora, de una explicación práctica, déjate tomar de la mano. Ellas te ayudarán a descubrir la fuerza potencial que  escondes en tu interior. Te ayudarán a ser tú misma, a entender cómo se facilita el alumbramiento. Facilitar el nacimiento es lo contrario de someterse ciegamente. 

[...] Para muchas personas, ser no es más que una fachada. Detrás de la fachada están sus sensaciones, sus emociones, sepultadas en el interior de su cuerpo, del que no saben nada...
Para una mujer encinta, la fachada, modelada desde adentro, se mueve y se transforma. ¿Cómo ignorar el adentro que se impone a cada segundo? Imposible esperar otro momento. El momento es ahora.

[...] El milagro está en que las mujeres son capaces de reunir el  cuerpo y el espíritu, lo físico y lo psíquico, la fuerza y la debilidad. Durante nueve meses, la naturaleza les hace este regalo de borrar la dualidad de su ser, de tomar conciencia de su unidad."

Therese Bertherat - Prólogo de "Con el consentimiento del cuerpo"

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