Quiero compartir un extracto del 3er capítulo del libro “De parto: las mujeres y el poder en lugar
del nacimiento” de Barbara
Katz-Rothman, que puede ayudar a entender mejor qué pasa y por qué en el
ámbito del parto en relación al dolor. La traducción es mía:
Los servicios de atención a la salud materna
e infantil han sido efectivamente monopolizados por la profesión médica,
haciendo del embarazo, el parto, y el cuidado y la alimentación infantil
eventos médicos, manejados de acuerdo a protocolos estandarizados.
La medicalización de la atención a la
maternidad no ha evitado ser cuestionada. Una vez que la medicina tomó el
control del nacimiento en forma estable, alrededor de 1930 en los Estados
Unidos, el primer desafío vino del movimiento de parto natural.
[…] Parto natural es un concepto ambiguo:
puede incluir desde que no haya incisión quirúrgica independientemente del
grado de conciencia de la mujer, a únicamente considerar la conciencia que ella
tiene del evento, aún bajo una anestesia peridural. “Preparación para el Parto”
es un término más útil, que viene a definir el uso de técnicas de respiración y
relajación durante el parto en los hospitales.
[…]El
movimiento de preparación para el parto, lejos de ser una revolución
[contra la medicalización] es un
movimiento de reforma, que tiene lugar dentro del modelo médico.
[…] Muy poco ha cambiado en el manejo médico
del parto en los últimos 50 años en los hospitales, aparte del incremento de la
tecnología médica y las intervenciones.
Lo que sí ha cambiado es el paciente que ingresa. El paciente moderno
frecuentemente está preparado: sabe
qué esperar y cómo comportarse. Estar consciente y evitar la medicación,
los mayores logros de la reforma del parto, hacen una enorme diferencia en
la experiencia de cada mujer –pero no
necesariamente implican un cambio en la conducción médica del parto. Un parto natural implica un enfoque no tecnológico del nacimiento, y
no está en consonancia con el modelo médico. Conciencia no equivale a control, y control sobre el dolor no es
control sobre el parto.
Haciendo del Dolor un Problema
Segundo, el manejo físico del parto en los hospitales puede hacerlo aún más
doloroso. El confinamiento a la cama prolonga el trabajo de parto, y las
contracciones comparativamente ineficientes en la posición horizontal pueden
producir más molestia. Cuando una mujer está erguida, cada contracción presiona
al bebé hacia abajo contra el cérvix, abriendo el canal de parto. Cuando ella
está acostada de espaldas, el peso del bebé presiona la columna, logrando nada
más que causar mayor incomodidad.
Tercero, la experiencia de la madre necesita ser conceptualizada como dolor para
justificar el control médico. Conceptualizar la experiencia de la madre
como trabajo trasladaría el control hacia ella. Esto
es más claro en la segunda etapa del parto, el expulsivo, en la cual la madre es posicionada de manera que la
experiencia sea lo más dolorosa posible y al mismo tiempo para minimizar el
valor de sus esfuerzos de pujo. Cuando la madre está en posición de
litotomía (acostada sobre su espalda con las piernas elevadas colocadas en
cabestrillos), el bebé debe moverse (empujado o tironeado) hacia arriba a causa
de la curva del canal de parto. Los doctores sintieron que esta posición les
daba más control, con total acceso a los genitales expuestos de la mujer. Pero el
control de los médicos vino a expensas del control de las madres. […]
Esto no quiere decir que el trabajo de
parto, aún bajo condiciones óptimas, no sea doloroso. Lo es. […] Pero hay una diferencia entre sentir dolor
y definir por completo la situación como dolorosa. Dolor puede ser lo que algunas
personas sienten durante las relaciones sexuales, por ejemplo, pero la mayoría
no lo considera un elemento clave del sexo. […]Y el parto tiene mucho en común
con el orgasmo: la hormona oxitocina es segregada, hay contracciones uterinas,
erección de los pezones, y, bajo las
mejores circunstancias, una sensación orgásmica. […]
La sensación de la parturienta no se
condice con las expectativas médicas para su dolor. […] El dolor del parto solo es admitido en la sala de partos porque es el
único lugar donde el hospital provee los
medios para tratar con el dolor en una forma neutralmente efectiva: la anestesia.
[…] Lidiar con el dolor con los medios más neutralmente efectivos (y
eficientes) disponibles no se limita solamente al parto. Para los pacientes
quirúrgicos, el método más frecuente de manejar cualquier queja es el uso de sedantes y narcóticos. En el contexto
del parto, las demandas de atención por parte de la madre son respondidas con
medicación para el dolor, reafirmando al mismo tiempo la conceptualización de
que sus necesidades se originan en el dolor, y reafirmando su imagen de sí
misma como un paciente quirúrgico como cualquier otro y de la sala de partos
como cualquier quirófano. Si llama a la enfermera probablemente le ofrecerán
medicación para el dolor. Su miedo, su necesidad de sostén, serán tratadas como
si fueran dolor, enseñándole que con parte del dolor, y reafirmando la visión
médica de que sus demandas están enraizadas en el dolor.
Las técnicas que la medicina ha
desarrollado para el alivio del dolor son completamente impersonales. […] De
ese modo los doctores no necesitan tener contacto con la paciente hasta el
período expulsivo. El expulsivo es, por supuesto, la tarea para la cual el afectivamente neutral y técnicamente
competente cirujano-obstetra está preparado.
La
perspectiva cultural del dolor
El su libro “El
dolor del parto”, Verena Schmid (partera
italiana) habla sobre cómo los factores culturales influyen en la
concepción del dolor, y cómo al mismo tiempo todo ella influye en el modo en
que como mujeres lo afrontamos o buscamos evitarlo, perdiendo no solo la
experiencia sino también una parte de nosotras mismas:
[…] el dolor del parto nunca se trata de
forma aislada, sino que se considera íntimamente relacionado con la filosofía de la vida dominante
en la sociedad, con la consideración y el tratamiento que la sociedad reserva
al malestar en general.
[…]Las
expresiones y manifestaciones externas del dolor se toleran en algunas culturas,
se fomentan en otras, son imitadas por el hombre en algunas y finalmente son inaceptables para otras
culturas.
[…] Obviamente, un grupo social que vive en
estrecho contacto con la naturaleza y acepta el componente inevitable y cíclico
del sufrimiento en la vida, tiene una mejor comprensión y aceptación del dolor
en el parto o del malestar en general. […]
Su motivación reside en el ser
consciente de las funciones de potenciación del poder personal en el
afrontamiento y superación del dolor físico y psíquico.
[…] El
parto es una hazaña personal en la que a menudo la mujer se aparta para superar
la prueba con sus herramientas personales. En algunas sociedades, el parto
se interpreta y se vive como una experiencia trascendental y de éxtasis, donde
la capacidad de abandono, de trascendencia del ego, de transformar la prueba en
alegría se expresa en un ritual colectivo, a menudo femenino.
[…]Las sociedades industrializadas proponen
un ritmo de vida acompasado, destinado a la producción, donde no hay sitio para
los aspectos irracionales de la vida, para los momentos personales… Ya no
hay sitio ni comprensión para el dolor, el único sacrificio que se acepta
es el sacrificio de tipo económico y con fines económicos. De esta forma, el dolor también se vuelve
lineal […] Se pierde la posibilidad de
comprender el malestar, su polaridad en el ritmo de la alternancia de la vida, además
de perderse la capacidad de expresarlo y de vivirlo.
[La
mujer] busca alguna manera de librarse
de una condición femenina histórica de sufrimiento pasivo, que ya percibe como
superada. Nace la petición de liberación, expresada a menudo como
petición de un “parto sin dolor” mediante la analgesia epidural, y ya no
está dispuesta a padecer pasivamente condicionamientos del pasado. Sin embargo,
esta “solución” mantiene viva la
separación entre maternidad y sexualidad, además de la pasividad frente a un
evento creativo y, por lo tanto, permanece intacto el antiguo condicionamiento.
[…] Mientras, las mujeres que menos sufren son las que
tienen más motivación, están preparadas para el dolor y lo aceptan, sobre
todo cuando el dolor es aceptado y compartido también por la sociedad. De
hecho, el sufrimiento aumenta
considerablemente ante el intento de reprimirlo y disminuye cuando se
acepta sin oponer resistencia.
De
manera análoga, el delegar el parto a
los expertos, considerados como una garantía de seguridad, a menudo produce
patologías y riesgos que nacen de la intervención ajena y de la actitud pasiva
de la mujer, con el consiguiente sufrimiento que va más allá del propio
parto.
[…] En la realidad de la vida, no
existen atajos hacia la maternidad. Las
dinámicas reprimidas o sustituidas durante el parto se reactivan en el período
posterior, y la recuperación sin la mediación y facilitación de los canales
biológicos es extremadamente más incómoda y lenta.
En nuestra sociedad, exenta de rituales
conscientes donde le parto se ha quedado quizás en el último lugar, puede
ser importante recuperar los rituales positivos en el momento de la espera
de un/a hijo/a para dar fuerza a las madres y prepararlas para un
acontecimiento quizá lejano a nuestro estilo de vida pero aún presente en lo
recóndito de cada mujer.
[…] El
miedo existe. En parte nace de la
incógnita, en parte de las experiencias e historias negativas, en parte de
condicionamientos sociales. Incluye el miedo a perder el control de uno mismo,
el miedo a las propias emociones, el miedo a descubrirse, el miedo a la
inadecuación y debilidad, el miedo a morir y a perderse. […] El miedo es una reacción fisiológica a
una amenaza, incrementa la atención y la capacidad de reacción, es la respuesta
emocional a la tensión del dolor del parto.
[…]
En varias civilizaciones, el miedo de
las mujeres ha sido utilizado y alimentado para instaurar el dominio de los
poderosos…
[…]La aceptación del dolor del parto como
herramienta para una experiencia consciente se acompaña de la voluntad de la
mujer para ser protagonista de la experiencia y libre en su expresión.
Estas exigencias se funden en el término “parto activo”. El parto activo es expresión de libertad, poder y centralidad de la
mujer, su pareja y su bebé. Es precisamente el trabajo sobre la aceptación
del dolor lo que potencia estas actitudes un poco encubiertas en la mujer
actual.
[…] La
analgesia tecnológica se propone hoy en día como posibilidad de elección
para el parto fisiológico y como ventaja frente a un parto con dolor.
[…] La
analgesia farmacológica confirma a la mujer que su cuerpo es una máquina, que
funciona mejor con soporte tecnológico. Esta afirmación está basada en la
separación entre cuerpo y mente. […] La tecnología pretende controlar la
naturaleza, ponerla a su servicio y esconder nuestra debilidad originaria. La
tecnología intenta, por tanto, eliminar el dolor.
[…]La
alternativa obligada a la analgesia
epidural es casi siempre un parto alienado, con dolor atroz debido a la
inmovilidad, a las posturas anti-fisiológicas, a las intervenciones médicas y/o instrumentales, a la soledad, al
sentimiento de abandono, al miedo, al sentirse presas, impotentes y sin
personalidad, a la falta de ayuda y apoyo, a la idea del castigo, a las condiciones infrahumanas de la asistencia…
En estas condiciones, la fuerte demanda de analgesia es más que comprensible
y justificable, pero en realidad no
se trata de una elección, sino de una trampa.
“Las opciones actuales de analgesia están
creando un nuevo tipo de prisión para las mujeres, la prisión de la
no-conciencia, la de las sensaciones aturdidas, de la amnesia, de la pasividad
total (…). Pero la huida del dolor físico o psíquico es un
mecanismo peligroso que puede hacernos perder el contacto no sólo con las
sensaciones dolorosas ¡sino con nosotras mismas!” Adrienne Rich
No existe la posibilidad real de elección, no se propone como alternativa posible la
analgesia natural, la ayuda profesional durante el parto ni tampoco existen
estudios que comparen la analgesia epidural con la analgesia natural.
Podemos entonces concluir que el tema del dolor no se limita solamente a la calidad de la experiencia en sí, sino que tiene connotaciones e influencias culturales y sociales que determinan la forma en que es entendido, aceptado, evitado o manejado.
Y que las decisiones con respecto al dolor del parto, determinan con qué herramientas, recursos psíquicos y emocionales contamos para afrontar los desafíos que implica la femeneidad y la maternidad y que van mucho más allá del parto.
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