Sustitutos de la figura materna y obstaculizadores del apego
No he dado con una fuente o artículo que abarque
este tema en toda su amplitud y complejidad, por lo que he emprendido la
difícil tarea de tratar de reunir los puntos más relevantes en un solo texto. Aquí
vamos…
Todos los padres queremos lo mejor para nuestros
hijos, de eso no hay dudas.
Sin embargo, si nos ponemos a pensar un poco,
podemos identificar varios aspectos en los que la cultura, las (malas)
costumbres, la desinformación, la inercia y el marketing nos conducen por el
camino del “des-apego” hacia lugares que distan bastante de lo que nuestros
hijos genuinamente necesitan.
Entonces, empecemos por las necesidades. Un
recién nacido, hasta aproximadamente los 2 años necesita:
· contacto (piel con piel, brazos, caricias, besos, palabras)· lactancia materna (que también implica contacto, alimento emocional además del alimento para el cuerpo)
· atención y disponibilidad (para satisfacer sus necesidades sin mucha demora)
A medida que el niño crece se agregan otras
necesidades (exploración, juego, alimentación complementaria, etc) pero estas tres
son las primordiales, el fundamento para un desarrollo adecuado y saludable.
Quisiera aclarar en este punto que si un bebé no
es amamantado, por el motivo que fuera (lo cual deberían ser una pequeña
minoría de los casos), es igualmente importante dar la mamadera como si fuera el pecho.
“Es absolutamente preciso ocuparse
de él, intensamente incluso. Además de la satisfacción de sus necesidades
corporales, su buen desarrollo dependerá
de la creación de relaciones humanas adecuadas, de la relación íntima con su
madre (o con la persona que se ocupe de él). Atribuimos una importancia
fundamental al hecho de que la madre (o la nurse) establezca, durante los
cuidados que le preste, unos contactos serenos y afectuosos, durante los cuales
los dos se muestren cada uno atento al otro, capten bien los significados del
comportamiento del otro, se conozcan y se quieran. Es evidente que es preciso
hablar al niño pequeño, que es preciso que los dos «se hablen», que hay que
prestar atención a sus iniciativas y que es necesario responderle. Hay que
satisfacer su curiosidad mediante respuestas y explicaciones. Es preciso
estimularle para que las señales que nos envía sean cada vez más numerosas y
activas; hay que introducirle en la comunidad en la que vivirá, hacerle aceptar
las reglas de la vida social. Todo ello constituye una tarea extremadamente
compleja.” Emmi Pikler
Según la teoría
del apego, los lazos emocionales fuertes
que unen a los hijos con los padres durante la infancia serán los precursores
de relaciones seguras y empáticas en la edad adulta. Para ello debemos tener
en cuenta las necesidades individuales de cada niño, interpretándolas y
atendiéndolas de acuerdo a la edad, estar disponibles; en vez de considerar
al niño como un manipulador y tratar de imponer nuestra voluntad (no atendiendo
a sus llamados o su llanto, dejándolo solo cuando necesita compañía o consuelo,
forzándolo a adoptar actitudes que no son acordes a su etapa evolutiva como
dormir solo o dejar los pañales a determina edad, etc).
Sin embargo, lo que podemos observar a nuestro alrededor
con mayor frecuencia son prácticas, creencias y elementos que intentan
sustituir la figura materna y obstaculizan el apego, considerando que los
bebés deben ser independientes y “aprender” o acostumbrarse a arreglárselas solos
(nada más alejado de su naturaleza) y a comportarse como los adultos esperan,
para que de grandes estén bien “socializados” y no tengan problemas.
El primer obstaculizador son los
protocolos y prácticas médicas que con muchísima frecuencia separan al recién nacido de su madre en
el preciso instante de nacer. Cuando el niño y su madre más necesitan
sentirse, olerse, escucharse y abrazarse el bebé es llevado a realizar chequeos
de rutina (que perfectamente podrían realizarse más tarde) y dejado en
observación en la unidad de neonatología, interrumpiendo el sagrado momento de
encuentro y reconocimiento que denominamos “período
crítico” porque no volverá a reproducirse jamás y porque lo que ocurra en
ese momento dejará
una huella indeleble.
Si en ese momento
el bebé y la madre son privados del contacto mutuo, no se producirá ese
fuerte
vínculo parecido a un enamoramiento producto de los altos niveles de hormonas
que el cerebro segrega en ese preciso instante como recurso natural,
despertando conductas instintivas en
ambos (oler, besar, lamer, tocar, abrazar, en la madre; y mirar, oler, reptar y
succionar, en el bebé) para asegurar la supervivencia del pequeño. Las consecuencias de esa separación temprana son:
- dificultad para reconocerse y establecer un vínculo afectivo
- aumento del stress (cortisol)
- mayor dificultar para iniciar la lactancia
- riesgo de baja temperatura del bebé
- contacto del bebé con bacterias ajenas a la madre
- dificultad para que la madre interprete las necesidades de su bebé
Entonces es
cuando entran en escena los sustitutos, para dar un poco de “alivio” a la madre.
Algunos ni siquiera los cuestionamos ya y los consideramos casi como “una
necesidad básica” para toda aquella persona que tiene un bebé. Sin embargo
cumplen un rol importante como obstaculizadores del apego, haciendo cada vez
menos necesario el vínculo directo y satisfaciendo las verdaderas necesidades
del niño con recursos artificiales.
Como dice Laura
Gutman “no es fácil vincularnos y
permanecer muchas horas a solas con los niños pequeños. Pero conviene
reflexionar sobre cómo los adultos utilizamos los elementos de consumo
social para paliar la dificultad que supone la relación con el niño, es decir
la permanencia, la mirada, el juego y la disponibilidad emocional. “
La realidad es
que todos esos sustitutos vienen lisa y llanamente a reemplazar los brazos, la
voz, la mirada, el contacto piel con piel, el mecimiento y la leche de la madre
por productos industrializados y aparatos tecnológicos, dejando al niño a
merced de una gran soledad y desamparo que suelen calar hondo en su equilibrio
emocional. Por el contrario de lo que se cree, esto no hace niños más
independientes sino todo lo contario.
De este modo desde
muy pequeños aprenden, por un lado que
sus necesidades muchas veces no son tenidas en cuenta y que deben conformarse
con meras “soluciones de compromiso”; por otro lado que su necesidad de
contacto puede ser satisfecha a través de objetos y alimentos sustitutos. Esos
sustitutos con el tiempo pasan a estar mucho más disponibles que sus padres y
constituyen, a diferencia de éstos, una fuente de satisfacción inmediata. Así
se establece un mecanismo nocivo que perdura hasta la edad adulta, solo se van
reemplazando los “sustitutos” por otros más acordes a cada edad.
Las razones para su
amplia utilización y difusión son muchas: sociológicas, psicológicas,
económicas, laborales, culturales, etc, y no vamos a entrar en ese debate por
el momento.
Lo que sí nos
interesa es proponernos repensar si realmente son indispensables todos esos
elementos, considerar las consecuencias a mediano y largo plazo, atrevernos a
cuestionar y plantear alternativas que vayan más de la mano con las necesidades
genuinas del niño.
Opciones “apego-amigables”
· favorecer y solicitar el encuentro inmediato madre-bebé luego del nacimiento· usar portabebés ergonómigos de acuerdo a la edad (fular, mei tais, kepinas, slings, pouchs, etc)
· brindar apoyo a la madre en cuanto a la lactancia dándole ánimos y ayudándola a encontrar asistencia especializada (puericultoras) en caso de surgir alguna dificultad
· reforzar en la madre la confianza en sus capacidades instintivas naturales para comprender las señales de su hijo y satisfacer sus necesidades.
· practicar el colecho.
· ayudar a la madre con los quehaceres de la casa (comidas, limpieza, compras, etc) para que ella pueda dedicarle tiempo al niño y descansar.
· ofrecer a los niños opciones de juego respetuosas con su edad evolutiva, con su cuerpo (posturalmente) y sus necesidades y capacidades de estimulación (evitando sobre-estimular) siempre cerca de la madre o adulto cuidador.
· limitar el uso de sustitutos al mínimo indispensable
· elegir cochecitos en los que el niño pueda mirar a quien lo lleva
· crear espacios y ambientes aptos para niños pequeños de modo que los padres no deban dejarlos en otro lado para mantener su vida social.
· ofrecer a los niños opciones de juego respetuosas con su edad evolutiva, con su cuerpo (posturalmente) y sus necesidades y capacidades de estimulación (evitando sobre-estimular) siempre cerca de la madre o adulto cuidador.
· limitar el uso de sustitutos al mínimo indispensable
· elegir cochecitos en los que el niño pueda mirar a quien lo lleva
· crear espacios y ambientes aptos para niños pequeños de modo que los padres no deban dejarlos en otro lado para mantener su vida social.
Links:
Ibone Olza, “Dar el biberón como si
fuera el pecho”
El Parto es
Nuestro, “Que no os separen”
Michel Odent, “La hora siguiente al
nacimiento”
Michel Odent, “El Nacimiento y los
orígenes de la violencia”
Laura Gutman, “Comprar en lugar
de vincularse”
Mónica Serrano, Chupetes y objetos de apego ¿por qué algunos bebés los necesitan?
Mónica Serrano, Chupetes y objetos de apego ¿por qué algunos bebés los necesitan?
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