"No hay forma de ser la madre perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena mamá"
Las mujeres de hoy en día somos
MUY autoexigentes, y como si eso fuera poco, nos hacemos cargo además de las
exigencias externas (mandatos, miradas, cuestionamientos, etc).
Nos la damos de liberales porque
elegimos un estilo de crianza distinto, porque queremos hacer algo "mejor" para nuestros hijos, más respetuoso, pero después
nos sumamos a una competencia plagada de fundamentalismos que deja muy poco
espacio para el disfrute, porque al final lo que estamos haciendo es cambiar
unas exigencias por otras.
Las madres hemos cometido y
continuaremos cometiendo muchos errores. Por desconocimiento, por falta de
apoyo, por adultocentrismo. Porque es muy difícil romper la dura coraza de
conceptos, mitos, carencias con los que nos criamos y superar diariamente los obstáculos
de un mundo pensado en otros términos muy poco conciliables con el ma(pa)ternaje
y las necesidades de la cría. Si a eso le
sumamos el poder equivocarnos, estamos fritos.
He comprobado que cuando
realmente nos lo proponemos, podemos hacer cambios inmensos. Mediante la prueba
y error, yendo y viniendo, investigando, preguntando, intercambiando,
repensando, buscando apoyo y, sobre
todo, readapatando ideas y propuestas a
nuestras posibilidades (aquí y ahora).
Si me piden que cumpla a rajatabla
con el listado completo de cosas que supuestamente debería hacer una madre que
cría con apego (dar la teta, tener en brazos, colechar, no intervenir en su
desarrollo, brindarle un entorno adecuado, alimentarlo saludablemente, dedicarle
todo el tiempo posible, y un larguísimo listado de etcéteras) me resulta
imposible.
Yo hago lo que puedo. Como me sale. Con conciencia y con mi intuición y el bienestar como
termómetro. Si estamos todos tranquilos y cómodos, vamos bien. Si algo “me hace
ruido”, me incomoda y me genera malestar, habrá que revisarlo.
No seguir recetas magistrales ni
mandatos de algún gurú (que los hay muchos). Pero si informarse, investigar o pedir ayuda si es necesario.
Tan solo adoptar unas reglas
básicas, aplicar recursos, resolver conflictos teniendo en cuenta las
necesidades de cada uno de acuerdo a su edad.
Cuesta trabajo aceptarlo, dejar
de lado las exigencias propias y ajenas. Relajarse
y gozar de lo posible, básicamente.
En cambio si me relajo y dejo que
todo fluya (que salga lo que salga y lo que no saldrá otro día o a lo mejor no
tenía que salir; que se haga lo que se llegue y lo que no lo haremos después)
me encuentro con agradables sorpresas como que las piezas solas se acomodan,
como los melones en el carro.
A veces uno puede recomendar
desde el conocimiento o la experiencia, para luego dejar que cada cual haga su
juego y encuentre el “lo mejor” para sí mismo.
Ponernos rígidos en algo tan
complejo, demandante y personal como la crianza es ridículo. Sobre todo porque
aunque todos apliquemos los mismos principios y procedimientos, los resultados
tienden a variar un poco, dependiendo de cada contexto, de cada persona, de
cada momento. Lo que funciona para uno no lo hace para el otro y viceversa.
Entonces?
Mejor dediquémonos a disfrutar, a
satisfacer las necesidades de cada uno que ya es mucho, a buscar el placer de
estar juntos de la manera que sea.